Lo que está pasando con el SAT
Desde finales de 2024 el SAT dejó muy claro que ya no basta con tener un CFDI para deducir un servicio. Si no hay pruebas reales de que el servicio se pidió, se realizó y generó un beneficio, la deducción puede caerse. Y ojo: la autoridad lo cataloga como “práctica indebida”.
Esto significa que, más allá de cumplir con los requisitos formales, ahora la clave está en demostrar sustancia económica y no solo papeles en regla.
Los tres focos de la autoridad
En sus revisiones recientes, el SAT está poniendo lupa en tres puntos:
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Evidencia real de los servicios → no solo facturas, sino contratos, entregables y reportes que respalden la operación.
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Necesidad del gasto → el desembolso debe tener relación directa con la actividad de la empresa; si no es indispensable, la deducción peligra.
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Condiciones de mercado → que el precio esté a valor de mercado, que no se duplique el gasto y que no se trate de simples gastos corporativos sin beneficio local.
Qué hacer para estar preparados
Para reducir riesgos y blindarse en una revisión, conviene:
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Armar expedientes sólidos: contratos, solicitudes, reportes y todo lo que muestre que el servicio existió y fue aprovechado.
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Cuidar la coherencia: lo que está en los papeles debe coincidir con la operación diaria.
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Diseñar políticas intercompañía claras: con reglas prácticas para fijar precios, respaldar variaciones y documentar cada paso.
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Construir un “defense file”: un archivo extra que anticipe auditorías, con evidencia adicional como entregables, currículums de quienes prestaron el servicio y reportes de avance
En resumen
La “materialidad” dejó de ser un término técnico y se convirtió en un factor decisivo para la deducibilidad de servicios entre compañías. Hoy el reto es mostrar que cada peso gastado tiene sentido, sustancia y evidencia suficiente.
En pocas palabras: no basta con facturar, hay que demostrar.
